jueves, 23 de agosto de 2012

REFLEXIONES-ESCRITOS


EL GRAN JUEZ

Y estando un alma arrepentida frente a Dios, ésta le escuchó decir: "Estás frente a mí, despojada de todo atributo humano. ¿Y qué te traes contigo ahora? ¿Dónde está todo el esplendor y la gloria de la carne? ¿Qué cosa tan importante tienes para mostrarme, que te justifique y me asombre? ¿Dónde ha quedado la soberbia, el orgullo, y toda esa vanidad pretenciosa que ocultó tu verdadera razón de ser? ¿Recuerdas? Habías prometido cumplir con mi voluntad divina... ¿Y qué pasó?.

¡Lo olvidaste, por atender los egos de la transitoriedad y lo superfluo! La carne te obsesionó a tal punto, que de mí sólo te acordaste de tanto en tanto. ¡Mira hacia atrás! ¿Qué ves?.. ¡Nada! Sólo recuerdos momentáneos de algún triunfo pasajero. Junto a esa materia inerte y fría que fue tu cuerpo, y que pronto será polvo... ¿Hay alguna de las posesiones por las que tanto luchaste en tu vida terrenal? ¿Algo deja de ser, porque tú no estés? ¡Todo continúa, nada se detiene! Mi bondad seguirá dando, sosteniendo, renovando... Así siempre fue, es y será... ¡Cuánta energía mal dirigida, pequeña mía!.

Y después de tanto penar, sólo una cosa te traes contigo: dolor. El inmenso dolor de haber comprendido en un instante de sufriente agonía que lo único que tenías que hacer, era dar amor... Nada más que amor, porque eso tan sólo te pedí. Pero te contagiaste del egoísmo humano... ¡Lástima! Frágil y fugaz fue lo que revistió tu luz... Y ahora aquí estás, esperando vaya a saber qué cosa yo haga contra ti.

¡Nada haré! Estoy contigo como lo estuve siempre, en todo momento y circunstancia, sin exigencias y sin perder la fe en ti. ¡Fuiste tú la que te apartaste! Al dejarte llevar por los deseos del cuerpo, cuando lo único y verdadero es lo mío... Todo lo demás son vanas ilusiones, sueños que se esfuman, nada que quede y perdure en el tiempo terrenal.

¿Me estás pidiendo una nueva oportunidad? Sea, mi pequeña luz amada, limpia vuelves a estar ahora. Retorna sin memoria, ni pasado, en otro cuerpo... y cumple esta vez con tu sagrada misión de paz y amor. ¡Pero no olvides que yo estaré observando! sé humilde en todo pensamiento, palabra y obra. ¡Ama! Por sobre todas las cosas, aún cuando no seas correspondida en la misma medida. ¡Ayuda!... sin desear ni esperar recompensa alguna. mantente así, limpia y pura, ante las miserias que generan las apetencias materiales.

Si lo logras... espiritualizando al cuerpo que te toque en suerte la próxima vez... Yo, tu Creador y Padre de todo lo creado, receptor de grandezas y equivocaciones, te daré la Eternidad, porque entonces sí, mi bien amada: Tu pequeña luz se acoplará a la mía para siempre.


LA ISLA DE LOS SENTIMIENTOS


Érase una vez una isla donde habitaban todos los sentimientos: la alegría, la tristeza y muchos más, incluyendo al amor. Un día les fue avisado a sus moradores que la isla se iba a hundir, por lo que todos los sentimientos se apresuraron a abandonarla. Abordaron sus barcos y se prepararon a partir apresuradamente. Sólo el amor permaneció en ella; quería estar un rato más en la isla que tanto amaba, antes de que desapareciera. Al fin, con el agua al cuello y casi ahogado, el amor comenzó a pedir ayuda.

Se acercó la RIQUEZA que pasaba en un lujoso yate y el AMOR dijo: "RIQUEZA llévame contigo!". Le contestó:"No puedo, hay mucho oro y en mi barco, no tengo espacio para ti. Le pidió ayuda a la VANIDAD, que también venía pasando: "VANIDAD por favor ayúdame". Le respondió:"Imposible AMOR, estás mojado y arruinarías mi barco nuevo". Pasó la SOBERBIA, que al pedido de ayuda contestó: "Quítate de mi camino o te paso encima!" Como pudo, el AMOR se acercó al yate del ORGULLO y, una vez más, pidió ayuda. La respuesta fue una mirada despectiva y una ola casi lo asfixia.

Entonces, el AMOR pidió ayuda a la TRISTEZA: me dejas ir contigo?. La TRISTEZA le dijo: "Ay AMOR, tu sabes que siempre ando sola y prefiero seguir así". Pasó la ALEGRIA y estaba tan contenta que ni siquiera oyó al AMOR gritar. Desesperado, el AMOR comenzó a suspirar, con lagrimas en sus ojos. Fue entonces, cuando una voz le dijo: Ven, AMOR, yo te llevo". Era un anciano el que le decía eso. El AMOR estaba tan feliz que olvidó preguntarle su nombre. Fue llevado a la tierra de la SABIDURIA y, una vez allí, el AMOR, preguntó a esta: Quién era el anciano que me trajo y salvó mi vida? La SABIDURIA respondió: era el "TIEMPO". ¿El TIEMPO?. Pero, por qué el tiempo me quiso ayudar?, preguntó el AMOR.

La SABIDURIA le respondió: Porque sólo el tiempo es capaz de ayudar y entender a un gran AMOR. Entonces, amigos míos.......No importa cuanto tiempo esperamos, si existe el AMOR, el TIEMPO nos ayudará a esperar aquello que más deseamos. Todo es hermoso en el tiempo exacto que DIOS tiene para nosotros, ni antes ni después.

EL ARTESANO

La quebrada tenía tantos colores, que era imposible determinar dónde cambiaban. El paisaje era fabuloso, impactante, enorme. Los caminos, un poco de ripio y un poco de asfalto más roto que sano, nos llevaban hasta bien adentro de la región. Prácticamente no había casas por ahí, la soledad era algo más que una lejanía de otras personas, era más una forma de vivir, una sensación de seguridad, a salvo del ruido y el apuro.

Esas montañas estaban ahí desde nadie sabe cuándo, todo tan antiguo y a la vez tan vivo, tan sobrecogedoramente vivo. Las escasas y pequeñísimas viviendas que veíamos parecían más minúsculas aún, al lado de las paredes de piedra, y el río, que por momentos desaparecía de la vista. Algunos pájaros, volaban muy alto sobre la quebrada. Después sabríamos que eran cóndores, los reyes indiscutidos de las alturas.

Cruzamos un vado sobre un arroyo casi seco, y vimos una casita sobre el lado derecho de la ruta, pero unas decenas de metros hacia adentro, bajo unos árboles grandes, muy viejos. Bajamos a mirar el paisaje, y vimos que había un precario mostrador hecho con ramas, en el caminito de tierra que llevaba a la casa. Sobre él, se exhibían objetos de cerámica, esa cerámica negra propia de la región, y tan hermosa.
Lentamente, se acercaba un anciano, un hombre encorvado, con los rasgos típicos de las tribus que habitaron la quebrada muchos años atrás. Nos saludó en voz baja, como toda la gente que vive en esas latitudes, donde nadie habla alto, porque el silencio permite oírse aún a distancia.

Entablamos una conversación liviana, hasta que le pregunté de sus cerámicas. Ahí pareció surgir desde su cuerpo anciano, un príncipe de la tribu mataco. Se puso feliz de que alguien quisiera saber, y contó. Nos dijo que nunca fue a la escuela, que siempre había sido pastor y que vivía solo desde que su esposa murió y sus hijos se fueron a la ciudad. Se sostenía con lo que la tierra le daba. Y era un artista. "Artista pobre" decía él.

Había que ver sus cerámicas para descubrir el espíritu milenario que le daba fuerza y arte para realizarlas. Tenían formas de animales, y seres de su propia mitología. Las acariciaba como si fueran niños, las recorría con sus manos duras de trabajo, siguiendo las líneas, reconociéndolas como si tuviera que encontrarlas en la oscuridad, sabiendo cuál es cuál. Sus ojos estaban húmedos cuando nos dijo que casi nadie pasaba ya por allí, y por ende, casi nadie compraba sus obras. Por detrás, se acercaba un perro sin raza, que vino a frotarse contra sus piernas. "Este es mi único amigo", dijo el hombre. "Ya todos los demás se fueron, a la ciudad, o para arriba", agregó señalando al cielo con el pulgar.

Estudié con atención sus trabajos, y le dije que quería llevármelos. Contestó que no, que mejor me los regalaba, porque ya no le importaba venderlos, prefería dármelos porque veía que los valoraba. No hubo manera de convencerlo, hasta que accedió a venderme sólo dos, y me regaló otros dos.

Nos despedimos diciéndonos "Hasta pronto", pero todos sabíamos que no sería así. Éramos viajeros, y no volveríamos por allí, quizá nunca más. Cuando nos alejábamos, lo ví caminar despacito hacia su casa, con el perro, en la soledad y el silencio de la quebrada. Me paré a verlo una vez más, y lo observé sentarse en un banquito de ramas, cerca de su montón de arcilla. Puso las manos en ella, y yo creo que comenzó a idear una nueva pieza, algún animal de la tierra, o un espíritu tribal, o una esperanza. Casi no había luz, y nos íbamos. Lo dejamos ahí, como había estado tanto tiempo, solo en las montañas.

Por la misma casualidad que genera encuentros y desencuentros, volvimos a tomar ese camino, algunos años después. Yo tenía ansiedad por llegar al lugar donde conocimos a aquél hombre, quería verlo otra vez. Cuando alcanzamos a ver la casa, nos detuvimos y bajé a buscarlo. Clavado en un poste hecho con una rama gruesa, había un cartel mal escrito y de letras blancas sobre un trozo de chapa. Decía: "En venta. Por cerámicas, consultar a Pedro Moral, hijo."

Nunca nos dijo su nombre, ni se lo preguntamos. Nos quedó su imagen, y sus obras. Cuando me alejaba y me volví, otra vez, a mirar todo de nuevo, me imaginé que nos saludaba con la mano.

El tiempo pasa, las cosas desaparecen, los objetos se pierden. El espíritu permanece.

PARA DETERNOS Y PENSAR

La paradoja de nuestro tiempo en la historia es que tenemos edificios más altos, pero menos paciencia, pistas de alta velocidad, pero las más estrechas perspectivas de comprar más, y disfrutar menos. Tenemos casas más grandes y pequeñas familias...más comodidades, pero menos tiempo, ...más títulos, pero menos sentido común...más conocimientos, pero menos entendimiento...más expertos, pero más problemas,...más medicinas, pero menos salud.

Bebemos mucho, fumamos demasiado, gastamos sin medida, reímos muy poco, conducimos bastante rápido, nos levantamos bastante tarde, despertamos bastante cansados, leemos raramente, vemos demasiada TV y oramos pocas veces. Hemos multiplicado nuestras posesiones, pero reducido nuestros valores.

Hablamos mucho, amamos raramente y odiamos frecuentemente. Hemos aprendido como hacer un modo de vida, pero no un modo de vivir, hemos agregado más años a nuestra vida, pero no más vida a nuestros años. Hemos ido hasta la luna y regresado, pero no nos esforzamos en cruzar la calle y conocer a nuestro nuevo vecino.

Hemos conquistado el espacio exterior, pero no nuestro espacio interno. Hemos hecho grandes cosas, pero no mejores cosas. Hemos limpiado el aire, pero contaminado nuestra alma. Hemos partido el átomo, pero no nuestro prejuicio. Hacemos más planes, pero no los terminamos. Hemos aprendido a apurarnos, pero no a esperar. Construimos más computadoras para mantener más información, para producir más copias que nunca, pero tenemos menos comunicación.

Son los tiempos de comidas rápidas y digestiones lentas, de hombres altos y de carácter bajos, exorbitantes ganancias y relaciones superficiales. Estos son los tiempos de paz mundial, pero de guerras domésticas...más pasatiempos, pero menos diversión...más tipos de comidas, pero menos nutrición.

Estos son días de los ingresos, pero más divorcios, de casas fantásticas, pero más hogares destrozados. Estos son días de viajes rápidos, pañales desechables, no dar importancia a la moralidad, tomar las cosas a la ligera, cuerpos con sobrepeso y píldoras que hacen de todo, desde alegrarte hasta calmarte o hasta matarte.

Es un tiempo en el que hay mucho en el mostrador y nada en el almacén, un tiempo en el que la tecnología puede entregarte esta carta y un tiempo en que puedes escoger entre compartir este discernimiento o solamente olvidarlo... 

No hay comentarios:

Publicar un comentario