EL GRAN JUEZ
Y estando un alma arrepentida frente a Dios, ésta le escuchó
decir: "Estás frente a mí, despojada de todo atributo humano. ¿Y qué te traes
contigo ahora? ¿Dónde está todo el esplendor y la gloria de la carne? ¿Qué cosa
tan importante tienes para mostrarme, que te justifique y me asombre? ¿Dónde ha
quedado la soberbia, el orgullo, y toda esa vanidad pretenciosa que ocultó tu
verdadera razón de ser? ¿Recuerdas? Habías prometido cumplir con mi voluntad
divina... ¿Y qué pasó?.
¡Lo olvidaste, por atender los egos de la
transitoriedad y lo superfluo! La carne te obsesionó a tal punto, que de mí sólo
te acordaste de tanto en tanto. ¡Mira hacia atrás! ¿Qué ves?.. ¡Nada! Sólo
recuerdos momentáneos de algún triunfo pasajero. Junto a esa materia inerte y
fría que fue tu cuerpo, y que pronto será polvo... ¿Hay alguna de las posesiones
por las que tanto luchaste en tu vida terrenal? ¿Algo deja de ser, porque tú no
estés? ¡Todo continúa, nada se detiene! Mi bondad seguirá dando, sosteniendo,
renovando... Así siempre fue, es y será... ¡Cuánta energía mal dirigida, pequeña
mía!.
Y después de tanto penar, sólo una cosa te traes contigo: dolor. El
inmenso dolor de haber comprendido en un instante de sufriente agonía que lo
único que tenías que hacer, era dar amor... Nada más que amor, porque eso tan
sólo te pedí. Pero te contagiaste del egoísmo humano... ¡Lástima! Frágil y fugaz
fue lo que revistió tu luz... Y ahora aquí estás, esperando vaya a saber qué
cosa yo haga contra ti.
¡Nada haré! Estoy contigo como lo estuve siempre,
en todo momento y circunstancia, sin exigencias y sin perder la fe en ti.
¡Fuiste tú la que te apartaste! Al dejarte llevar por los deseos del cuerpo,
cuando lo único y verdadero es lo mío... Todo lo demás son vanas ilusiones,
sueños que se esfuman, nada que quede y perdure en el tiempo
terrenal.
¿Me estás pidiendo una nueva oportunidad? Sea, mi pequeña luz
amada, limpia vuelves a estar ahora. Retorna sin memoria, ni pasado, en otro
cuerpo... y cumple esta vez con tu sagrada misión de paz y amor. ¡Pero no
olvides que yo estaré observando! sé humilde en todo pensamiento, palabra y
obra. ¡Ama! Por sobre todas las cosas, aún cuando no seas correspondida en la
misma medida. ¡Ayuda!... sin desear ni esperar recompensa alguna. mantente así,
limpia y pura, ante las miserias que generan las apetencias
materiales.
Si lo logras... espiritualizando al cuerpo que te toque en
suerte la próxima vez... Yo, tu Creador y Padre de todo lo creado, receptor de
grandezas y equivocaciones, te daré la Eternidad, porque entonces sí, mi bien
amada: Tu pequeña luz se acoplará a la mía para siempre.
LA ISLA DE LOS SENTIMIENTOS
Érase una vez una isla donde habitaban
todos los sentimientos: la alegría, la tristeza y muchos más, incluyendo al
amor. Un día les fue avisado a sus moradores que la isla se iba a hundir, por lo
que todos los sentimientos se apresuraron a abandonarla. Abordaron sus barcos y
se prepararon a partir apresuradamente. Sólo el amor permaneció en ella; quería
estar un rato más en la isla que tanto amaba, antes de que desapareciera. Al
fin, con el agua al cuello y casi ahogado, el amor comenzó a pedir
ayuda.
Se acercó la RIQUEZA que pasaba en un lujoso yate y el AMOR dijo:
"RIQUEZA llévame contigo!". Le contestó:"No puedo, hay mucho oro y en mi barco,
no tengo espacio para ti. Le pidió ayuda a la VANIDAD, que también venía
pasando: "VANIDAD por favor ayúdame". Le respondió:"Imposible AMOR, estás mojado
y arruinarías mi barco nuevo". Pasó la SOBERBIA, que al pedido de ayuda
contestó: "Quítate de mi camino o te paso encima!" Como pudo, el AMOR se acercó
al yate del ORGULLO y, una vez más, pidió ayuda. La respuesta fue una mirada
despectiva y una ola casi lo asfixia.
Entonces, el AMOR pidió ayuda a la
TRISTEZA: me dejas ir contigo?. La TRISTEZA le dijo: "Ay AMOR, tu sabes que
siempre ando sola y prefiero seguir así". Pasó la ALEGRIA y estaba tan contenta
que ni siquiera oyó al AMOR gritar. Desesperado, el AMOR comenzó a suspirar, con
lagrimas en sus ojos. Fue entonces, cuando una voz le dijo: Ven, AMOR, yo te
llevo". Era un anciano el que le decía eso. El AMOR estaba tan feliz que olvidó
preguntarle su nombre. Fue llevado a la tierra de la SABIDURIA y, una vez allí,
el AMOR, preguntó a esta: Quién era el anciano que me trajo y salvó mi vida? La
SABIDURIA respondió: era el "TIEMPO". ¿El TIEMPO?. Pero, por qué el tiempo me
quiso ayudar?, preguntó el AMOR.
La SABIDURIA le respondió: Porque sólo
el tiempo es capaz de ayudar y entender a un gran AMOR. Entonces, amigos
míos.......No importa cuanto tiempo esperamos, si existe el AMOR, el TIEMPO nos
ayudará a esperar aquello que más deseamos. Todo es hermoso en el tiempo exacto
que DIOS tiene para nosotros, ni antes ni después.
EL ARTESANO
La quebrada tenía tantos colores, que era imposible
determinar dónde cambiaban. El paisaje era fabuloso, impactante, enorme. Los
caminos, un poco de ripio y un poco de asfalto más roto que sano, nos llevaban
hasta bien adentro de la región. Prácticamente no había casas por ahí, la
soledad era algo más que una lejanía de otras personas, era más una forma de
vivir, una sensación de seguridad, a salvo del ruido y el apuro.
Esas
montañas estaban ahí desde nadie sabe cuándo, todo tan antiguo y a la vez tan
vivo, tan sobrecogedoramente vivo. Las escasas y pequeñísimas viviendas que
veíamos parecían más minúsculas aún, al lado de las paredes de piedra, y el río,
que por momentos desaparecía de la vista. Algunos pájaros, volaban muy alto
sobre la quebrada. Después sabríamos que eran cóndores, los reyes indiscutidos
de las alturas.
Cruzamos un vado sobre un arroyo casi seco, y vimos una
casita sobre el lado derecho de la ruta, pero unas decenas de metros hacia
adentro, bajo unos árboles grandes, muy viejos. Bajamos a mirar el paisaje, y
vimos que había un precario mostrador hecho con ramas, en el caminito de tierra
que llevaba a la casa. Sobre él, se exhibían objetos de cerámica, esa cerámica
negra propia de la región, y tan hermosa.
Lentamente, se acercaba un anciano,
un hombre encorvado, con los rasgos típicos de las tribus que habitaron la
quebrada muchos años atrás. Nos saludó en voz baja, como toda la gente que vive
en esas latitudes, donde nadie habla alto, porque el silencio permite oírse aún
a distancia.
Entablamos una conversación liviana, hasta que le pregunté
de sus cerámicas. Ahí pareció surgir desde su cuerpo anciano, un príncipe de la
tribu mataco. Se puso feliz de que alguien quisiera saber, y contó. Nos dijo que
nunca fue a la escuela, que siempre había sido pastor y que vivía solo desde que
su esposa murió y sus hijos se fueron a la ciudad. Se sostenía con lo que la
tierra le daba. Y era un artista. "Artista pobre" decía él.
Había que
ver sus cerámicas para descubrir el espíritu milenario que le daba fuerza y arte
para realizarlas. Tenían formas de animales, y seres de su propia mitología. Las
acariciaba como si fueran niños, las recorría con sus manos duras de trabajo,
siguiendo las líneas, reconociéndolas como si tuviera que encontrarlas en la
oscuridad, sabiendo cuál es cuál. Sus ojos estaban húmedos cuando nos dijo que
casi nadie pasaba ya por allí, y por ende, casi nadie compraba sus obras. Por
detrás, se acercaba un perro sin raza, que vino a frotarse contra sus piernas.
"Este es mi único amigo", dijo el hombre. "Ya todos los demás se fueron, a la
ciudad, o para arriba", agregó señalando al cielo con el pulgar.
Estudié
con atención sus trabajos, y le dije que quería llevármelos. Contestó que no,
que mejor me los regalaba, porque ya no le importaba venderlos, prefería
dármelos porque veía que los valoraba. No hubo manera de convencerlo, hasta que
accedió a venderme sólo dos, y me regaló otros dos.
Nos despedimos
diciéndonos "Hasta pronto", pero todos sabíamos que no sería así. Éramos
viajeros, y no volveríamos por allí, quizá nunca más. Cuando nos alejábamos, lo
ví caminar despacito hacia su casa, con el perro, en la soledad y el silencio de
la quebrada. Me paré a verlo una vez más, y lo observé sentarse en un banquito
de ramas, cerca de su montón de arcilla. Puso las manos en ella, y yo creo que
comenzó a idear una nueva pieza, algún animal de la tierra, o un espíritu
tribal, o una esperanza. Casi no había luz, y nos íbamos. Lo dejamos ahí, como
había estado tanto tiempo, solo en las montañas.
Por la misma casualidad
que genera encuentros y desencuentros, volvimos a tomar ese camino, algunos años
después. Yo tenía ansiedad por llegar al lugar donde conocimos a aquél hombre,
quería verlo otra vez. Cuando alcanzamos a ver la casa, nos detuvimos y bajé a
buscarlo. Clavado en un poste hecho con una rama gruesa, había un cartel mal
escrito y de letras blancas sobre un trozo de chapa. Decía: "En venta. Por
cerámicas, consultar a Pedro Moral, hijo."
Nunca nos dijo su nombre, ni
se lo preguntamos. Nos quedó su imagen, y sus obras. Cuando me alejaba y me
volví, otra vez, a mirar todo de nuevo, me imaginé que nos saludaba con la
mano.
El tiempo pasa, las cosas desaparecen, los objetos se pierden. El
espíritu permanece.
PARA DETERNOS Y PENSAR
La paradoja de nuestro tiempo en la historia es
que tenemos edificios más altos, pero menos paciencia, pistas de alta velocidad,
pero las más estrechas perspectivas de comprar más, y disfrutar menos. Tenemos
casas más grandes y pequeñas familias...más comodidades, pero menos tiempo,
...más títulos, pero menos sentido común...más conocimientos, pero menos
entendimiento...más expertos, pero más problemas,...más medicinas, pero menos
salud.
Bebemos mucho, fumamos demasiado, gastamos sin medida, reímos muy
poco, conducimos bastante rápido, nos levantamos bastante tarde, despertamos
bastante cansados, leemos raramente, vemos demasiada TV y oramos pocas veces.
Hemos multiplicado nuestras posesiones, pero reducido nuestros
valores.
Hablamos mucho, amamos raramente y odiamos frecuentemente. Hemos
aprendido como hacer un modo de vida, pero no un modo de vivir, hemos agregado
más años a nuestra vida, pero no más vida a nuestros años. Hemos ido hasta la
luna y regresado, pero no nos esforzamos en cruzar la calle y conocer a nuestro
nuevo vecino.
Hemos conquistado el espacio exterior, pero no nuestro
espacio interno. Hemos hecho grandes cosas, pero no mejores cosas. Hemos
limpiado el aire, pero contaminado nuestra alma. Hemos partido el átomo, pero no
nuestro prejuicio. Hacemos más planes, pero no los terminamos. Hemos aprendido a
apurarnos, pero no a esperar. Construimos más computadoras para mantener más
información, para producir más copias que nunca, pero tenemos menos
comunicación.
Son los tiempos de comidas rápidas y digestiones lentas,
de hombres altos y de carácter bajos, exorbitantes ganancias y relaciones
superficiales. Estos son los tiempos de paz mundial, pero de guerras
domésticas...más pasatiempos, pero menos diversión...más tipos de comidas, pero
menos nutrición.
Estos son días de los ingresos, pero más divorcios, de
casas fantásticas, pero más hogares destrozados. Estos son días de viajes
rápidos, pañales desechables, no dar importancia a la moralidad, tomar las cosas
a la ligera, cuerpos con sobrepeso y píldoras que hacen de todo, desde alegrarte
hasta calmarte o hasta matarte.
Es un tiempo en el que hay mucho en el
mostrador y nada en el almacén, un tiempo en el que la tecnología puede
entregarte esta carta y un tiempo en que puedes escoger entre compartir este
discernimiento o solamente olvidarlo...
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